Ucrania no quiere ser un PIIGS

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¿Tanto cuesta aceptarlo?¿A qué tanta insistencia de Falsimedia en que el país eslavo alcance un trascendente acuerdo con la Unión Europea? ¿El pueblo quiere una nueva “revolución”?

Los motivos son claros. Ucrania es un país del tamaño de España, culturalmente en la órbita rusa rusa, uno de los grandes competidores en la hegemonía del mundo, frente a los emporios empresariales de Europa Occidental y del mundo anglocabrón. Interesa debilitar cultural y económica a Rusia, y se está preparando el terreno para la entrada de Ucrania – aliado suyo histórico natural – primero en la UE, y luego en la OTAN. Sin embargo, la propuesta de ingreso en Organización de Cooperación de Shanghai puede ser mucho más atractiva para Kiev, con países de Asia Central sin una renta per cápita equiparable a la occidental, pero sobrados de recursos energéticos, mercados emergentes, y con una relación de cierta igualdad, y no sumisión, entre socios. Así como un espíritu de cooperación algo más sano que el que le puedan ofrecer Merkel, Hollande..y Obama. El acuerdo ofrecido por la “Europa rica” se trata – como en otras ocasiones – de un goloso caramelo que tarde o temprano se volverá en chantaje.

A mediados de los ochenta, con la Guerra Fría a punto de derretirse, no era necesario atar con tanto lazo corto a los países mediaterráneos recién salidos de las dictaduras fascistas: Grecia, España y Portugal. Tocaba “normalizar democráticamente” a los tres regímenes en la órbita de Washington, y sus diversos periodos de transición se coronaron con el ingreso en la CEE; los helenos en 1981, los ibéricos en 1986. En todos los casos, se recibieron subvenciones millonarias con una serie de contraprestaciones que implicaban el desmantelamiento de todo el tejido industrial nacional. La historia y el presente actual es de sobra conocida como para tener que explicarlo, pero por insistir un poco, veinticinco años después los PIIGS son países dependientes de la gran banca alemana. Los ucranios no son tontos. O a lo mejor no tienen una especial capacidad de análisis, ni les han llegado las atinadas predicciones – que no augurios – por youtube de Julio Anguita en los noventa sobre el Tratado de Maastricht, pero leen la prensa y ven la tele, y saben de las penurias de una buena parte de las clases trabajadoras de los PIIGS en el momento que los fondos de cohesión desaparecen y la Troika busca rendir cuentas. Careciendo ya esos estados de tener en sus manos recursos para pagar esa ingente usura, digo deuda. La estafa perfecta. Ellos no quieren ocupar como recién llegados el último lugar de la pirámide. ¿Si los poderosos tratan como tratan a los españoles, qué no harán con Ucrania?

Estos días los telediarios han insistido en cubrir las manifestaciones en su capital de los grupos pro-europeístas, y de los mamporrazos recibidos por parte de sus antidisturbios, como si en Cibeles o en la Plaza Catalunya las UIP dieran besos y palmaditas en la espalda a su pueblo. ¿Os acordáis de nuestro mítico 15M? Se suponía que todo el país se echó a la calle reclamando justicia y denunciando a la casta política, sin embargo el PP arrasó en aquellas elecciones. Posteriormente, las manifestaciones se intensificaron, y las declaraciones de la derecha rancia eran escuetas pero muy explícitas: “Es cierto que muchos millones de españoles se han echado a la calle a protestar, pero son todavía más los que se han quedado en su casa”. ¿Y sabéis una cosa, que tienen toda la razón.

El mensaje del presidente Victor Yakunovich a los alelados espectadores franceses o madrileños es el mismo que el de nuestro apático Capitán Plasma: por multitudinarias que sean las protestas que emitan en la tele, son muchos más los ciudadanos que no las comparten y a los que no les entrevista la CNN. Pero con una diferencia fundamental: mientras a los cabecillas de la Revolución Naranja antes, y a los de las acciones de ahora, les han untado la CIA y sus agencias satélite, a nosotros no nos pagaba nadie.